Hoy en Oaxaca se celebra a la segunda patrona del estado para la grey católica, la Virgen de Juquila, quién cumple 471 años de su llegada a tierras oaxaqueñas; cientos de ciudadanos de la entidad, otros estados e incluso otros países han arribado al santuario en Santa Catalina donde desde temprana hora se escuchan las mañanitas y se ofician misas.
LA HISTORIA DE LA VIRGEN DE JUQUILA
En 1552, el fraile dominicano Jordán de Santa Catalina llegó a Oaxaca, trayendo consigo de España una pequeña imagen tallada de la Virgen. El fraile tuvo a su servicio un joven, cuyo nombre está perdido en la historia, quien fue nativo de Amialtepec. Cuando el joven regresó a su pueblo, el fraile le regaló esta imagen de solo 30 cm.
Por los años, la imagen de la Virgen se hizo un objeto de veneración para la gente de Amialtepec y los pueblos vecinos porque tenía fama de conceder las peticiones. La imagen se hizo tan popular que en el año 1633 el sacerdote de Juquila, don Jacinto Escudero le hizo que se trasladara de la casa rústica a una iglesia igual de rústica. Pero después hubo un incendio grande a causa de la quema de los bosques para preparar los campos para la siembra. El viento trajo el fuego al pueblo y todo fue destruido incluso la iglesia hecha de zacate y cañuela. Milagrosamente, la imagen de la Virgen sobrevivió con los vestidos y cabello intactos, sólo el rostro estaba ennegrecido y con algunas ampollas.
Los devotos chatinos intentaron retocarla, pero sin éxito. Entonces entendieron que ella deseaba tomar el color moreno de esta etnia.
Ahora la Virgen milagrosa trajo tanta fama y dinero a Amialtepec que don Jacinto decidió llevarla a Juquila. Pero después de unos días desapareció de la iglesia y se encontró en Amialtepec de nuevo. La gente de Juquila dijo que fue un robo, la de Amialtepec dijo que fue milagro. Por segunda vez el sacerdote fue por la Virgen y volvió con ella a Juquila, y otra vez hubo el regreso milagroso a Amialtepec. Cuando este traslado ocurrió por tercera vez la Virgen se quedó en Amialtepec.
No fue hasta 1719, cuando el obispo firmó un edicto, que se trasladó definitivamente a Juquila de donde nunca más salió.